El precio justo
¿Quién no ha compartido alguna vez el típico vídeo o viñeta que critica las bajadas de precio? Sí, sí! El tema que nos produce urticaria y que aprovechamos de las redes para reivindicar realizar un ejercicio de conciencia sobre la practicada rebaja “autoimpuesta” a la que tantos recurren.
Lo cierto es que encontrar nuestro sitio y mantener unos honorarios mínimamente dignos para vivir de la profesión es un asunto de bastante sentido común aunque como sabemos, la lógica no suele ocupar un espacio demasiado privilegiado en la mente de algunos. Lo ideal sería tener una tarificación básica sobre la cual fundamentar unos honorarios de base, y aunque tampoco conseguiríamos quorum ¡ya que el mínimo sería demasiado alto para algunos! y no todos estarían contentos, pero ya tendríamos algo. Y la verdad es que es tentador si no fuera porque no es legal. Cada cual tiene todo el derecho de facturar lo que considera oportuno, sin mínimos ¡ni máximos! siendo lo primero una constante con mucha más frecuencia que la que nos gustaría a más de uno. En términos puramente monetarios y si nos basamos en los gastos de mantenimiento de un negocio físico, el mínimo necesario no será el mismo en Barcelona que en Badajoz. Tampoco será lo mismo cubrir una boda en un pueblo que en una gran urbe, ni tampoco todos tendrán un negocio físico que atender lo cual supone mucho más gasto básico a cubrir. Luego que a unos les gustará el Moët Chandon junto a un estilo y tren de vida mientras otros tendrán otros apetitos menos lujuriosos. Todo el mundo tiene derecho.
Vale vale, que nos vamos del tema…Entonces… ¿cuál es el precio justo? Cómo valorar un trabajo y cómo cobrarlo es una simple pregunta, pero quizá meternos en la cabeza que no existe el precio justo es una labor que nos va a costar más de la cuenta, pero que a aquellos que la han asumido les va mejor. En España tenemos la costumbre de pensar que todo hijo de vecino que se dedica a la fotografía es competencia -y no me refiero a la desleal, léase “intrusismo” que dará para otro rato- (esto trae cola, fijo), y es cierto que en la mayoría de casos manejamos unos parámetros de encargo parecidos. Luego, todos queremos contratar y que ¡por dios! no se vaya el cliente a la mal llamada “competencia”. ¡Ojo! Es verdad que hay “compañeros” que uno no sabe si llamarlos así o buitres, hay que ser conscientes de ello. Pero seamos prácticos, de nada nos sirve cabrearnos todo el rato por lo mismo (¿no crees?) y tratemos de enfocar el encargo desde la necesidad del cliente y lo que podemos aportarle como profesionales, le daremos el valor añadido para que se decida a contratarnos, y lo que es lo mejor todo no lo olviden, REPITA. Porque lo que cuenta es que el negocio nos siga dando la posibilidad de crecer y expandirnos a más público que les guste nuestro trabajo. Al precio que marque cada uno.
No conozco a ningún profesional que se precie y quiera progresar, que no suba sus tarifas con el paso de los años, es inevitable y de una lógica aplastante.
Los cursos de aprendizaje cuestan dinero, los viajes cuestan dinero, cerrar el estudio cuesta dinero.. ¡Todo cuesta! Y al final hay que repercutir en el precio. Pero además también se tiene que tener en cuenta la formación conseguida que nos hace mejores en todos los aspectos de la profesión. El enfoque, la perspectiva tiende más a pensar que no somos competencia pues en un trabajo de características tan peculiares y creativas, no solamente cada uno ofrecerá lo que sabe sino también lo que puede y sienta. Hay profesionales para todos y lo mejor, que también hay cliente para todos.
¿Acaso queremos un cliente que tan sólo busca precio? O bien al contrario nos enorgullece conservar nuestros honorarios sabiendo lo que nos ha costado llegar al nivel que cada uno considera se mueve?
El cliente, TU CLIENTE valora TU trabajo, le gusta TU estilo, un trato, una confianza, una continuidad, una honestidad y una atención personalizada, no olvidemos que debemos ser empresarios, y saber atender con la empatía necesaria. TODO CUENTA.
Estos son los valores a conservar, a promover. Basta de quejarse. El precio es un valor demasiado fugaz y voluble como para competir por él ¡¡Y menos entre nosotros!! Ser comparativos en una profesión como la que manejamos sólo nos empobrece, cuando debemos ser mucho más alacres, vivos, despiertos… ¡ilusionados!
El precio justo es aquel por el que tu cliente esté dispuesto a pagar, y su decisión la toma en base a lo que eres capaz de ofrecerle. Como curiosidad observaremos que en los momentos de menos estrés laboral es cuando surgen los mosqueos y se empiezan a hacer virales todo tipo de publicaciones al respecto, muestra de que cuando estamos ocupados en atender los clientes que SÍ nos contratan por lo que somos y ofrecemos, ni nos acordamos de estos menesteres, porque no merece la pena emplear tiempo en ello ¿ves como no es tan importante?. Deja de pensar en los demás y empieza a pensar en tu negocio, tu futuro, en qué puedes diferenciarte para acudan a tí.
Cobra lo que creas conveniente, no en base a lo que cobran otros compañeros, y sobre todo VALORA tu trabajo, tu tiempo, tu propio esfuerzo. Nadie lo hará por tí. ¡AVANCEMOS!